Asistíamos hace unos días a una buena noticia para la provincia de Soria, que en estos tiempos suelen ser escasas, me refiero a las cinco atalayas declaradas Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de monumento en el Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León.

Si bien, es preciso señalar en la situación de abandono y ruina que estas fortificaciones defensivas estaban hace poco más de una década; fue preciso el empuje incansable de los grupos de desarrollo del sur de la provincia, para la puesta en marcha de un Plan Director de las Fortificaciones Defensivas en torno al Duero, para sensibilizar a las distintas administraciones en la necesidad de intervenir en estos “monumentos” medievales que estaban a punto de perderse en la mayoría de los casos.

El Plan contemplaba en primer lugar la rehabilitación de un número importante de atalayas, seleccionando las de más valor arquitectónico y las situadas en lugares estratégicos, para a continuación proponer un plan de puesta en valor de las mismas, elaborando una señalización informativa e interpretativa, junto con la edición de una guía turístico-patrimonial que sirviera de atracción a los visitantes del sur de la provincia de Soria.

El Plan tuvo desde sus inicios dificultades en su ejecución, ligados fundamentalmente a los problemas para desentrañar la propiedad de estos monumentos tan singulares y abandonados siglo tras siglo. Si bien, con una implicación decida desde el primer momento por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León junto con la Diputación Provincial de Soria, apoyadas financieramente por los fondos comunitarios de desarrollo rural, se pudo hacer realidad un proyecto que en un principio parecía imposible. Del mismo modo, no podemos olvidar, el papel dinamizador y animador de las entidades locales y las asociaciones culturales de los distintos pueblos en los que se localizaba alguna de estas atalayas, que hicieron posible la recuperación de esos observatorios de piedra en el terruño, necesitados de poder asumir nuevamente un protagonismo que nunca debieron de perder. Vayan mis felicitaciones para todos esos animadores socioculturales, que son los nativos de nuestros pueblos que tuvieron que emigrar por falta de futuro, pero que siguen trabajando para recuperar cualquier recurso patrimonial que pueda significar una luz de esperanza en la pervivencia del lugar que les vio nacer.