Hemos asistido atónitos este fin de semana pasado, al desprendimiento de parte del paño de pared del palacio de los Condes de Altamira que mira al río Duero, sin duda la de mayor valor paisajístico en ese singular entorno amurallado de la Villa adnamantina.

Estas piedras han sido testigos presenciales de lo más dorado de la historia de Almazán, la majestuosidad y elegancia del Palacio, destacando el adosado de varios cuerpos y la fachada principal, todo ello del siglo XVI, que se erige majestuoso a los pies de la Plaza, manteniendo las teorías de los tratadistas, que abogan por un estudio del edificio en sí, desligándolo totalmente del marco urbano del que forma parte, merece sin duda, una mayor protección de la que se le ha dado como bien de interés cultural en primer lugar, pero sobre todo como patrimonio de todos los adnamantinos.

En nuestra historia contemporánea,  por desgracia hemos tenido que asistir  a las promesas incumplidas de candidatos locales, regionales y nacionales, en vísperas de cualquier comicio electoral, prometiendo la rehabilitación y puesta en valor de esta magnífica obra de ingeniería civil  como un parador de turismo o como hotel de lujo.

Parece paradójico y triste, que en el corazón del Palacio, se vaya a ubicar el centro de recepción de visitantes de la Villa, es decir, el único punto de información turística, que a la vez servirá como centro de exposición de las pinturas flamencas de Hans Memling;  y por otro lado, contemplamos la grave enfermedad en su rostro,  por una falta de irresponsabilidad por parte de sus propietarios respecto a su mantenimiento en primer lugar y en un incumplimiento de la legislación por parte de las autoridades competentes, en un edificio declarado bien de interés cultural desde hace más veinte años.

Resulta difícil no caer en el desaliento y la rabia contenida ante estos hechos lamentables, pero no podemos olvidar nunca, que nuestro deber es mantener para las generaciones venideras estos espacios de nuestras ciudades donde cada piedra habla de nuestro espíritu y si ellas desaparecen, casi todo dejará de tener sentido.