Una entrañable película sobre la emigración de los españoles a Suiza en la época franquista, nos da pie para poner el título a nuestra columna de hoy. Salvo esos magníficos paisajes de montaña que comparten Soria y Suiza, por desgracia pocas más similitudes en desarrollo, renta per cápita y economía nos encontramos entre ambos territorios. No debemos olvidar que podríamos aprender mucho en materia de turismo, en especial de ese turismo de invierno centrado en la nieve y en las espectaculares estaciones que se extienden por todas sus cadenas montañosas.

Aquí en nuestra provincia, cuando hablamos de Soria y turismo, pensamos en lo que pudo ser y no fue, en las falsas expectativas que se crearon de la mano de mano de unos pocos con el apoyo de casi todos. Han pasado más de tres años sin dar un paso adelante, sin hacer y dejando pasar el tiempo, hasta que alguien “de fuera” se ha interesado por el proyecto, ha trabajado una propuesta prometedora, la única a lo largo de seis meses de negociaciones, hasta que el último día de la última semana, aparece otra nueva propuesta, que nace de las propias entrañas de la compañía y que como no podía ser de otra forma sale triunfante en la puja.

No ha sido necesario volver a Suiza, en la propia Soria asistimos con sorpresa e incredulidad a la devaluación sin precedentes de un proyecto ilusionante para muchos sorianos, algunos que ya por desgracia no se encuentran entre nosotros para alzar la voz a tanto improperio y desvergüenza. De muchos miles de euros de todos los sorianos, ya que apostaron varias administraciones de la mano de pequeños y grandes empresarios, de familiares y amigos, que creyeron ver la luz en una iniciativa que aglutinaba a todo un sector estratégico en nuestra provincia por primera vez en nuestra historia reciente y que iba a ser capaz de empujarnos a un desarrollo prometedor, unos años antes de que comenzáramos a vislumbrar la crisis que se nos venía encima. Sin embargo, nos encontramos tras el paso de los años un puñado de euros que van a servir para acallar un sentimiento de indignación de un ciento de accionistas cabreados…