Uno de los proyectos más añorados por los sorianos, desde el punto de vista turístico y deportivo, es la estación de esquí alpino que pudo ser pero que nunca llegó y que por desgracia se instaló en otro territorio de similares características sociales y económicas que el nuestro, pero que ha visto cambiar su fisonomía con esta iniciativa, convirtiéndose en una zona dinámica, donde se invierte, se han hecho infraestructuras y sobre todo existe un dinamismo económico en época invernal que nos hace rabiar de envidia. 

La causa de nuestra desgracia, hay que buscarla en el localismo y la cerrazón de nuestros administradores locales, que pensaban hace ya más de veinte años que el monte y la madera era la piedra filosofal que mantendría a flote la comarca y por qué no, la provincia, apoyada en el desarrollo especulativo de la construcción que precisaba miles de metros cúbicos de madera, para ventanas, puertas y suelos de casas en cualquier lugar de nuestro país.

Pero los años han pasado, del mismo modo que pasan las épocas de bonanza y llegan las crisis, con el consiguiente cierre de empresas y la pérdida de valor de nuestras materias primas; ahora tan sólo nos queda que confiar en el turismo como uno de nuestros pocos hilos de salvación, y volvemos a pensar en una estación invernal como una posible solución a la situación económica que nos golpea, pero quizá hemos llegado tarde, los fondos públicos procedentes de Europa para este tipo de iniciativas tardarán décadas en volver.

Me parece impresentable que nuestras administraciones no lleguen a un acuerdo por doce kilómetros de pistas forestales, que pueden servir sin duda para ofertar eso que siempre se nos llena la boca en proclamar, que es el turismo sostenible en nuestra provincia, pero que a menudo se hace insostenible cuando la cerrazón y la tozudez impera en una negociación.

Por último, para ser positivo y apostar por nuestro futuro, no dejo de imaginar el norte de nuestra provincia, jalonada por pequeños parques de nieve, donde el esquí de fondo sea el producto a ofertar, y que pudiera atraer a nuestros pueblos un turismo familiar; de alto poder adquisitivo y  respetuoso con el medio ambiente, que fuera capaz de llenar los magníficos alojamientos turísticos, en esta mal llamada temporada baja.