Tuve la oportunidad este pasado fin de semana de vivir de cerca el dinamismo generado en el municipio de Abejar en torno a su Feria de la Trufa, que después de once años se ha consolidado con plenitud, a pesar de no contar con ningún apoyo de todos esos planes e iniciativas de desarrollo para el medio rural que se diseñan en los despachos de las distintas administraciones, pero que por una causa u otra nunca llegan a su destino final. Y es una pena que estemos perdiendo todo el protagonismo en el campo de la micología que nos ha costado más de una década de trabajo, esfuerzo, dedicación y fondos públicos destinados al denominado en general desarrollo endógeno.

Lo teníamos muy claro, Soria podía ser el referente del mundo micologico a nivel nacional e internacional, de hecho el modelo basado en el desarrollo sostenible de los recursos micológicos se ha replicado en regiones tan innovadoras en desarrollo rural como  Andalucía y en territorios de países tan avanzados como Canadá.

En la actualidad, a pesar de no contar con el Centro de Investigación de Valonsadero, referencia en la investigación aplicada del reino fungi para muchos centros de investigación de otros países, como Francia, Italia y Portugal, seguimos pilotando proyectos de investigación, de una forma callada y temerosa, por no saber que va a pasar en un futuro próximo, con rabia contenida también,  porque el protagonismo nos lo arrebatan otras provincias, como es el caso de Teruel, que ha sabido aprovechar todo el saber hacer generado en nuestra tierra.

Pero quizá el lamento mayor venga de la mano del turismo micológico, ya que hace unos años se consolidó una marca propia del micoturismo provincial, con el apoyo de todas las administraciones y con más de cien establecimientos turísticos de nuestra provincia adheridos a la causa, entre restaurantes, bares, empresas de turismo con actividades micológicas, etc.; era tan sólo el principio de un ambicioso proyecto que pretendía convertir a Castilla y León en la referencia del turismo micológico nacional. La idea era buena, pero olvidaron que es necesario seguir contando con los agentes locales y con la primera regla del desarrollo rural, los proyectos para que puedan triunfar hay que fraguarlos de abajo hacia arriba.